miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuando el tiempo se cuenta en semanas


Cuando el tiempo se cuenta en semanas

¿Qué se siente estar embarazada? Para mis amigos y para mis amigas que no son mamás, es a más de todas las descripciones de los libros y cuentos, sentirse más que nunca parte del universo. Es dejarse llevar por un plan que no entendemos pero que seguimos como si lo hubiéramos conocido desde el principio.

Es sentir sin razón afición por cierto tipo de comida y rechazo por otra. Es de un momento a otro, un apetito infinito que raya en los instintos más primitivos y luego tener presente que con cada mordisco del sandúche de atún, estás siendo protagonista de un milagro que se convertirá en corazón, manos y pies diminutos, sin tener conocimiento de cómo fue que hiciste eso. Es sentirse creadora, productora, directora y actora de una obra en la cual el protagonista se conoce al final.

El embarazo es un período de creatividad, de sabiduría, de conocimiento matizado con sueño. Es regresar a la infancia y recordar la maravilla que es sumergirse poco a poco en el agua tibia de la somnolencia para caer en un letargo pacífico y profundo, sin importar si estamos en el trabajo, en una invitación a cenar o viajando en avión. Y ser comprendida.

Es tener ilusión de la vida, es imaginar cientos de probabilidades de ojos, pelo, estatura y personalidad. Es también tener temores difíciles de comprender, temores que tienen que ver con defectos, vínculos, preparación adecuada. Temores que también incluyen las palabras estrías, cicatrices, malestares, sobrepeso; y que se evaporan provisionalmente cuando la tecnología nos deja oír unos latidos y nos dice que todo vuelve a estar bien.

Es cuando la vida sigue pero todo lo demás pasa a segundo plano y hay otra prioridad. Es aceptar que este momento es único e irrepetible y terminar por rendirse a la emocionalidad hormonal que nos hace reír o llorar con igual facilidad. Es comprender que el tiempo es circular y que el universo no nos está quitando oportunidades ni éxitos, sino que nos está bendiciendo con motivaciones y perspectivas nuevas.  

Es medir el tiempo en semanas, es constantemente tener algo nuevo que contar, es siempre sentirse acompañada, es disfrutar como nunca de la comida, es creerse un poquito Dios, es saber y no saber a la vez; es tener el parqueadero asegurado. Es lo incierto, es lo sensible, es cuando nada es lo mismo. Es la vida. Hasta la próxima. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Relatos Infieles

Agradecimiento


Gracias a todos y cada uno de los 4.007 lectores que hasta el día de hoy han disfrutado de mis escritos, en especial de la Serie "Relatos Infieles". 


Tengo una excelente noticia que compartir y es que finalmente el libro "Relatos Infieles" ha sido publicado por la Editorial Palibrio. Pueden comprar la edición e-book por us$ 3.99 y la edición tapa blanda por us$ 9,95 si quieren tenerlo en la mesa de noche. 

Muchas gracias nuevamente por la acogida, los tendré al tanto de mi próximo proyecto.


El link correspondiente es este:  http://bookstore.palibrio.com/Products/SKU-000615540/Relatos-Infieles.aspx






Iliana Espinosa
Más de Cal que de arena

lunes, 22 de octubre de 2012

Más de Cal que de Arena - La Teoría de las Mentas


La Teoría de las Mentas



Las personas que estuvieron en aquella mesa del 2001 en Quito sabrán a lo que me refiero. Para los que no nos acompañaron esa noche, procedo a contarles lo que este grupito denominamos "La Teoría de las Mentas."

Esa noche estábamos alistando mesa, bebida y comida para nuestro pasatiempo favorito: tener invitados en la casa y hablar de cualquier cosa. Recuerdo haber comprado los quesos para el fondue, los tragos, el postre y de paso hacia la caja del Supermaxi, una funda de mentitas gringas de colores pastel sin envoltura que se deshacían en la boca. Para dar más caché a la cena, dije yo.

Luego de la consabida comelona, bebelona y de hablar de todo y de nada al mismo tiempo, los contertulios decidimos dar paso a una de las nuevas opciones de entretenimiento: Texas Hold´em Poker, que se estaba poniendo de moda en el mundo y no queríamos quedar atrás. En un departamento de recién casados no teníamos granos secos con los que jugar y decidimos tomar mano de lo primero que encontramos en la mesa: las consabidas y elegantes mentas. De lo que quedaba en el plato,  repartimos los dulces en partes iguales entre Juan Carlos, Carlos, Rafael, Maya, Danilo y yo.

Tras una breve explicación y repaso fugaz por las reglas del juego, comenzó la acción. Obviamente, quienes mostraron más habilidad en leer las actitudes de sus contrincantes ante las jugadas y consecuentemente se arriesgaron a invertir sus mentas, fueron acumulando rápidamente sus azucarados activos en detrimento de quienes aún pensábamos que se trataba de un juego de puro azar.

Luego de algunas escaramuzas, decidimos escribir (y posteriormente firmar, en caso de que el alcohol nos ayude a olvidar) en un papel de cuaderno las reglas de juego, en especial las relacionadas con la prelación de las "manos", contribuyendo a que la tertulia no pase de una reunión amigable en la que la pérdida máxima sería la funda de mentas de propiedad de la dueña de casa. Aún así, las jugadas de los menos hábiles o de quienes el amor les sonreía ampliamente esa noche ("Bien en el Juego, mal en el Amor"), siguieron con la tendencia a la pérdida.

Luego de varias rondas, y al quedarle tan solo 9 mentitas, Juan Carlos exclamó la profunda injusticia de la que se veía víctima: "En esta mesa, solo los ricos pueden jugar, solo los Noboa, los Wright, los Egas que tienen dinero. Los que no tenemos estamos fuera del juego." Supongo que Carlos - que estaba a su derecha- sintió lástima y le dió 4 mentas con el fin de compartir la buena racha con su amigo. Esas pocas mentas corrieron la misma suerte que sus predecesoras, y su dueño se vio obligado a abandonar el juego. Pero como las reglas se hicieron para hacer excepciones, Juan Carlos incautó la funda de mentas que reposaba ingenua junto a la mesa.

Con la totalidad del circulante en su poder, Juan Carlos tuvo lo suficiente para apostar en todas las manos que tuvo a bien considerar, no sin ser objeto de la voz de alarma que Carlos dio a todos los integrantes: "¡Se están apropiando del Erario Nacional!". A la mayoría no le importó y no hizo más que seguir jugando con las mentas que le quedaban. Yo, como propietaria de la funda, no le di importancia al hecho, que resolvió mi dilema de si guardaba o no el resto de mentas medio manoseadas. 

A cada "millonaria inversión" de Juan Carlos, Carlos le siguió espetando el abuso de poder al que todos estábamos expuestos, "Están gastando el Erario Nacional", continuó con su diátriba sin respuesta, en parte porque a mayor circulante, mayor era la ganancia de los habilidosos que sabían como hacerse de las mentas, aunque en realidad el destino de ellas sea invariablemente el basurero.  En uno de esos repetitivos lamentos de su amigo, Juan Carlos tomó un puñado de la funda y las puso enérgicamente frente a él, con el consiguiente mensaje: "Toma, toma unas mentas con tal de que dejes de quejarte."

De más está decir que todos estallamos en carcajadas al evidenciar en pocos minutos el cambio radical que había experimentado el jugador, desde que sufrió el deterioro de su patrimonio, hasta que fue el propietario de facto de los recursos que quedaban.

El mismo evidente cambio que puede sufrir cualquiera que no esté preparado para recibir un poco de poder sobre el resto (sobre todo cuando las mentas que son de todos son de nadie). El poder social, económico, político, etc., es un animal peligroso que debe ser manejado con pinzas ya que no se sabe por donde va a atacar, lo que conocemos es que nadie volverá a ser el mismo luego del primer mordisco. El poder es enviciante y si el poderoso no valida la fuente de ese poder en sí mismo, corre el riesgo de convertirse en adicto al reconocimiento público, sin remedio conocido. ¿El antídoto? Ejercer su máximo poder en su capacidad de autocontrol y encontrar en el espejo del futuro las virtudes que necesita tener hoy para mirarse de esa manera con su familia, como parte de su sociedad y en sus grandezas y pequeñeces de todos los días. 

Un comportamiento igual de interesante es de quienes se dan cuenta de los abusos del ego y los denuncian abiertamente. Pueden ser callados si el poderoso se da cuenta de que pata cojean y comparte un par de cucharadas de las mieles del poder. O no querer ser silenciados y probarán tragos amargos. También hay quienes se dan cuenta y escogen hacer nada al respecto, porque prefieren los mares sin olas o ya encontraron la oportunidad en la crisis. Los apáticos, los quemeimportistas, los "así mismo es", son la mayoría en cualquier sociedad que se jacte de concentrar el poder de una manera efectiva y casi absoluta.

El poder y sus cantos de sirena pueden ser evitados si entregamos nuestro pequeño depósito a una persona que haya despertado su poder interno y no necesite brillar con luces ajenas. Pero como caras vemos y subconscientes no sabemos, es fundamental que despertemos de manera individual y como comunidad al poder y comprendamos que cada una de nuestras decisiones de compra, de consumo, de inversión, de palabra, de acto y de omisión, son el real poder detrás del poder. Que la publicidad no escoge nuestros gustos, que los poderosos no nos van a devolver lo que nos quitaron o entregamos voluntariamente años atrás; que un nombramiento no incluye la realización personal; que muchas gaviotas sí pueden hacer un verano. Hasta la próxima.




viernes, 7 de septiembre de 2012

Más de Cal que de Arena - Sé lo que hiciste en las vacaciones pasado



Sé lo que hiciste en las vacaciones pasadas


Puedes respirar tranquilo, en realidad no sé lo que habrás hecho en las vacaciones. Pero si sé lo que yo hice y fueron unas de las mejores.

Durante las vacaciones y los feriados, a menudo me he preguntado y he preguntado a cuanta víctima de mis criminales preguntas encuentre: ¿Cuál es el objetivo de las vacaciones? ¿En que deberían consistir nuestras actividades en esos días para que puedan ser catalogadas como vacaciones? Hace algunos años y muchos recuerdos, cuando nuestra familia no había crecido, las vacaciones eran sinónimo de un tiempo dedicado al holgazaneo intensivo, a dormir, comer y hacer el menor esfuerzo posible para “recargar baterías”. Así recuerdo días completos en pijama, comiendo en la cama y poniéndonos al día con las novedades del celuloide y de la pantalla chica. Recuerdo esa época con un poco de añoranza, pero también con angustia por el tiempo que podía haber sido invertido en otra cosa que ahora no me genere un sentimiento de culpa. Considero - con toda probabilidad de fracaso - que hoy hubiera podido estar hablando alemán fluidamente, que hubiera terminado de escribir por lo menos dos libros y que en estos momentos me estaría preparando para mi tercera maratón, luego de la inauguración de una exposición fotográfica. 

Luego la vida sigue su camino y los feriados y vacaciones significan la oportunidad de hacer lo que no se puede en el resto de días. No son precisamente días relajados, pero sí días diferentes a los “días de trabajo”. Mucha gente entiende así las vacaciones y cuando regresan al trabajo la conversación usual es la siguiente: “¿Cómo te fue, descansaste? No, estuvimos haciendo mil cosas, necesito unas vacaciones luego de las vacaciones."

También me encantan esos feriados, pero más de una vez me he encontrado apurada ante el estricto cronograma que me impongo y los tantos compromisos adquiridos para cada hora de esas fechas, sumados ahora al trajín de coordinar la salida de toda la familia al mismo tiempo, cada uno con sus propias necesidades para disfrutar de las vacaciones. Un tema aparte es el destino de la familia en esos días, el cual puede coincidir con el destino de muchas otras familias. En realidad esta es una de las razones por las cuales salir de la ciudad en feriado ha dejado de ser la meta de mis días de asueto, a no ser que en el futuro, el manejar en caravana y hacer fila en todos los restaurantes sea una actividad que no pueda hacerla todos los días en la ciudad.

Entonces, ¿cuál es ahora mi definición imaginaria de vacaciones? Es la época para hacer lo que nos place, a la hora que queremos y en la manera que nos gusta. Dejar los horarios a los que el cuerpo imponga y la mente nos solicite, ya sea dormir en una hamaca, viajar a la playa en temporada o igualarse con la montaña de trabajo en la oficina. Supongo que semejante definición podrá pasar a la realidad cuando no haya protagonistas menores de edad en ella. Cuando regresemos al punto de partida y comprobemos una vez más que la vida es circular y no lineal. 

Cuando pienso en eso, se me viene a la mente otra frase “Haz lo que amas y no tendrás que trabajar un día más en tu vida”. Me encantaría acuñar esa frase y que cada día de trabajo me produzca un placer comparable a un atardecer en el Caribe desde la proa de un crucero. Pero si esa frase fuera mía, ¿se me acabarían entonces las vacaciones? ¿o no? Hasta la próxima.

viernes, 17 de agosto de 2012

Más de Cal que de Arena - La Belleza no Existe.



La belleza no existe


Así es. No hace falta un documental de la National Geographic ni la declaración brutalmente honesta de un niño de 5 años para saber que la belleza es un concepto sin definición universal y que depende de cada uno; pero que sin duda, es algo que todos entendemos y tenemos derecho a nuestra particular opinión.

Hace algunas semanas ví una película en la que la protagonista estaba lejos de posar para una revista de modas, pero a medida que la “íbamos” conociendo, me enamoraba de su mirada, de la manera de sonreír, de los kilos demás de su historia que nos enternecía hasta las lágrimas. Finalmente, la película terminó y la percepción que tuve de ella en las escenas finales, fue diametralmente diferente de la que tuve al inicio. Si me hubieran preguntado, hubiera dicho que era hermosa y que entendía a cualquier persona que hubiera tenido un interés estético en ella, aunque no hubiera calzado en el modelo comercial de belleza.

En otro programa de la televisión norteamericana, a una chica la someten voluntariamente a diferentes pruebas. En una de ellas, la presentan en paños menores en una sala donde están como diez mujeres con la misma ropa interior (el mismo color y estilo, quiero decir), ordenadas por tallas y medidas, de menor a mayor. Le piden que se coloque en el lugar en donde ella cree que le corresponde. En el 100% de las veces, esas muchachas se han colocado en el lugar de una persona más voluminosa. La percepción sobre ellas mismas fue diferente a la realidad y sus medidas mentales, a sus medidas matemáticas de peso, cintura, caderas, etc.  

Hay que considerar que un porcentaje de un solo dígito de las mujeres en el mundo tienen las "medidas adecuadas" de las revistas de moda y que el resto caemos en la normalidad cuya media –dicen los entendidos- podría estar alrededor de la talla 12. Si inferimos esta realidad a los números, la medida ilusoria solo la ostentan cerca del 4% (digamos) de la población. Pero el restante 92% (porque el otro 4% estaría en el otro extremo de gordura) está convencido que necesita entrar en la primera cola del diagrama, lo cual es un imposible, ya que si utilizamos la "Campana de Gauss" y una distribución normal -que no puede tener otra forma sino la de una campana- habrá extremos que suman un porcentaje pequeño y la mayoría caerá en la parte gruesa de la campana. 

Ahora, la mente humana funciona de muchas maneras menos estadísticas y es relativamente fácil (por experiencia propia) convertir el deseo de pertenecer al primer 4% en nuestro "objeto A" de la vida (parafraseando a mi psicólogo favorito). El "Objeto A" es un plan, un objetivo, una fantasía que perseguimos toda la vida sin conseguirla, pero que es lo que nos mueve a tomar decisiones, a maquillarnos, a ponernos aretes, hacer ejercicio, dieta, operaciones, etc. Si no logramos sacar esa calidad de "Objeto A" al objetivo de conseguir ese improbable cuerpo que queremos (más difícil conseguir el 4% que conseguir el 92%), no importa que tanto se pueda bajar de peso o cuánto hayan disminuido nuestras medidas, la satisfacción solo tiene un 4% de probabilidades efectivas. Y si nos sentimos finalmente satisfechos, es mejor haber conseguido otro "Objeto A", de lo contrario no habría razón de levantarse por las mañanas, ni razón de vivir, de comer, actuar, etc. Las estrellas de rock que se han suicidado en la cúspide de su fama nos han dado bastantes ejemplos de lo que implica alcanzar lo que se desea.

He reducido entonces la belleza física a números de una sola cifra y con esto podría parecer que es muy escasa y prácticamente inexistente. O que en realidad no existe en ese lugar en donde estamos buscándola. Por ejemplo, Angelina Jolie casi seguramente aparecerá dentro de las 10 primeras respuestas a la pregunta ¿Quiénes son las mujeres más hermosas?, pero eso no la salva de que a su marido le parezca más atractiva la niñera, a pesar de que sus medidas no se acerquen a lo perfecto. La belleza está en las imperfecciones, en las contradicciones y en las características que se presentan como un espejo de las nuestras. Sin querer cometer una infidencia, desde hace algún tiempo me he sorprendido encontrando belleza en lugares, en rostros, en cuerpos, en gestos y en miradas que antes no había notado. Y me he preguntado cuál será el concepto de su propia belleza de aquellas personas que muy frecuentemente ven feas a otras y las critican con fuertes epítetos. 

En muchos otros ejemplos de las pantallas y más aún en la vida cotidiana, el atractivo de una mujer no está ligado a la poca o mucha virtud de sus formas sino a la ventaja que ha sacado de cada una de ellas. Que ropa ha escogido, que accesorios le sientan bien, que maquillaje le favorece.No pocas veces me he comparado con la mujer junto a mi en la caja del supermercado y he querido verme como ella, vestir como ella y lucir tan atractiva, a pesar de que los números puedan estar a mi favor. La belleza es una ciencia que tiene de magia también: Si no crees que la tienes, no la tienes.

Estas y otras observaciones me han llevado a la conclusión: La belleza no existe, la calidad de lo bello dice más de lo que está detrás de los ojos y menos sobre el objeto de admiración. Para percibirla, he notado que es indispensable reconocerla dentro de nosotros mismos. Hasta la próxima.



jueves, 26 de julio de 2012

Más de Cal que de Arena - Mis Poderes Mágicos -



Mis poderes mágicos


No voy a negar que cuando era niña (y si me preguntan, ahora también) me imaginaba con envidia lo que haría de tener los “súper” poderes de los héroes de ficción o las varitas encantadas de las hadas de los cuentos - ahora en poder de Harry Potter -. 


Que diera por ser la mujer maravilla, importante ejecutiva cuando puede y justiciera cuando quiere. No había malhechor con un gran crimen o delito insignificante del que no se pueda ocupar Linda Carter y su lazo de la verdad. Palabras aparte se merece el atractivo de su uniforme. Sueño en poder calzar en ese apretado y sensual corsé encarnado, con botas rojísimas, pelo perfecto, maquillaje y sonrisa a flor de piel, sin perder la compostura o el peinado ni por su trabajo ni por su actividad extracurricular ad-honorem. Además, se llamaba Linda, lo que siempre me llamó la atención. Si "linda" es una palabra en español, ¿Cómo llegó ella a ser el ícono de la heroína norteamericana? Luego, gracias a la tecnología inmediata, me pude enterar que el origen del nombre es alemán. 

Me hubiera gustado también, la capacidad de volar como Superman y usar la hora del almuerzo para tomar una piña colada en el Mediterráneo. Derretir acero (y a uno que otro infame) con la mirada, mirar a través de las paredes, correr más rápido que un tren y no despeinarme. Haciendo memoria, también envidiaba su trabajo. No el de súper héroe, sino el de periodista. Presiento que hubiera disfrutado más con las letras en lugar de con los números.


O hubiera podido ser un buen Batman con su hálito de misterio y nostalgia, sus andanzas vengativas, intuición extrema y vida nocturna. Sin grandezas sobrenaturales, pero con la mente enfocada en lograr todo lo que se propone, lleno de juguetes de última tecnología, no me molestaría usar el verdadero poder detrás de la máscara: millones en el banco. 


Todos ellos haciendo buen uso de los dones que por cualquier circunstancia cayeron en sus manos, destruyendo y volviendo a crear a diario. Sin embargo ninguno de ellos encontró el amor. No sé si los guionistas pensaron que al tener compañero/a y una vida normal dejarían de ser súper y se transformarían en comunes, corrientes y vulnerables. O posiblemente la soledad les hacía más interesantes. O quizás el amor definitivamente es una distracción para los destinos loables. Tal vez lo que pasó fue que no pudieron perdonar y cerrar un capítulo para seguir abriendo otros en su vida. La pérdida de personas cercanas, el tener que valerse de artilugios para encontrar la verdad,  la destrucción irreparable de su hogar; son historias que no pudieron ser superadas y que vuelven a aparecer en cada paso, en cada decisión. 

Teniendo sus crónicas en mente, creo que hay dones aun más poderosos. Si me dieran a escoger, quisiera conseguir el poder más súper: el del perdón. Una vez leí una frase no sé en donde, pero veo que ha conservado su poder años después: “Guardar resentimientos es como tomar veneno y esperar que otro muera” y habiendo experimentado más de una vez sentimientos tan humanos, sé que es verdad.


No solo es importante perdonar a quienes nos hirieron, sino más elemental, conseguir el perdón de los propios errores. Y por este intermedio perdonar a los demás. Los pensamientos diferentes, los malos entendidos, las palabras con ira, las debilidades y lo que es nada de lo anterior también, que a algunos nos da por ofendernos por todo y por nada. Qué más da si otras personas no se lo merecen. El alivio que he sentido al perdonar es algo que sí me lo merezco luego de haber escogido sufrir reiteradamente por palabras o hechos sobre los que no tengo control. Como un disco rayado interminable, de esos que ya no existen. 

Con semejante súper poder podríamos eliminar las cargas de la culpa, del rencor, del orgullo y hacer espacio para emociones más interesantes y satisfactorias. Para conseguir las metas soñadas en la infancia, para preguntarnos el propósito de la vida, para tejernos un suéter, para escribir un libro, para jugar con los hijos. Con ese poder, se nos haría fácil acercarnos a las personas que nos ponen sumamente incómodos y regalarles unas palabras amables. ¿Quién sabe si cambiamos con esto su día o su vida? ¿O mejor aún, cambiamos la nuestra? ¿Es tan difícil ser tan poderosa? Sí, es difícil, por eso se llaman "súper poderes"; pero están al alcance de la mano. Perdón, del corazón. Hasta la próxima.