jueves, 26 de julio de 2012

Más de Cal que de Arena - Mis Poderes Mágicos -



Mis poderes mágicos


No voy a negar que cuando era niña (y si me preguntan, ahora también) me imaginaba con envidia lo que haría de tener los “súper” poderes de los héroes de ficción o las varitas encantadas de las hadas de los cuentos - ahora en poder de Harry Potter -. 


Que diera por ser la mujer maravilla, importante ejecutiva cuando puede y justiciera cuando quiere. No había malhechor con un gran crimen o delito insignificante del que no se pueda ocupar Linda Carter y su lazo de la verdad. Palabras aparte se merece el atractivo de su uniforme. Sueño en poder calzar en ese apretado y sensual corsé encarnado, con botas rojísimas, pelo perfecto, maquillaje y sonrisa a flor de piel, sin perder la compostura o el peinado ni por su trabajo ni por su actividad extracurricular ad-honorem. Además, se llamaba Linda, lo que siempre me llamó la atención. Si "linda" es una palabra en español, ¿Cómo llegó ella a ser el ícono de la heroína norteamericana? Luego, gracias a la tecnología inmediata, me pude enterar que el origen del nombre es alemán. 

Me hubiera gustado también, la capacidad de volar como Superman y usar la hora del almuerzo para tomar una piña colada en el Mediterráneo. Derretir acero (y a uno que otro infame) con la mirada, mirar a través de las paredes, correr más rápido que un tren y no despeinarme. Haciendo memoria, también envidiaba su trabajo. No el de súper héroe, sino el de periodista. Presiento que hubiera disfrutado más con las letras en lugar de con los números.


O hubiera podido ser un buen Batman con su hálito de misterio y nostalgia, sus andanzas vengativas, intuición extrema y vida nocturna. Sin grandezas sobrenaturales, pero con la mente enfocada en lograr todo lo que se propone, lleno de juguetes de última tecnología, no me molestaría usar el verdadero poder detrás de la máscara: millones en el banco. 


Todos ellos haciendo buen uso de los dones que por cualquier circunstancia cayeron en sus manos, destruyendo y volviendo a crear a diario. Sin embargo ninguno de ellos encontró el amor. No sé si los guionistas pensaron que al tener compañero/a y una vida normal dejarían de ser súper y se transformarían en comunes, corrientes y vulnerables. O posiblemente la soledad les hacía más interesantes. O quizás el amor definitivamente es una distracción para los destinos loables. Tal vez lo que pasó fue que no pudieron perdonar y cerrar un capítulo para seguir abriendo otros en su vida. La pérdida de personas cercanas, el tener que valerse de artilugios para encontrar la verdad,  la destrucción irreparable de su hogar; son historias que no pudieron ser superadas y que vuelven a aparecer en cada paso, en cada decisión. 

Teniendo sus crónicas en mente, creo que hay dones aun más poderosos. Si me dieran a escoger, quisiera conseguir el poder más súper: el del perdón. Una vez leí una frase no sé en donde, pero veo que ha conservado su poder años después: “Guardar resentimientos es como tomar veneno y esperar que otro muera” y habiendo experimentado más de una vez sentimientos tan humanos, sé que es verdad.


No solo es importante perdonar a quienes nos hirieron, sino más elemental, conseguir el perdón de los propios errores. Y por este intermedio perdonar a los demás. Los pensamientos diferentes, los malos entendidos, las palabras con ira, las debilidades y lo que es nada de lo anterior también, que a algunos nos da por ofendernos por todo y por nada. Qué más da si otras personas no se lo merecen. El alivio que he sentido al perdonar es algo que sí me lo merezco luego de haber escogido sufrir reiteradamente por palabras o hechos sobre los que no tengo control. Como un disco rayado interminable, de esos que ya no existen. 

Con semejante súper poder podríamos eliminar las cargas de la culpa, del rencor, del orgullo y hacer espacio para emociones más interesantes y satisfactorias. Para conseguir las metas soñadas en la infancia, para preguntarnos el propósito de la vida, para tejernos un suéter, para escribir un libro, para jugar con los hijos. Con ese poder, se nos haría fácil acercarnos a las personas que nos ponen sumamente incómodos y regalarles unas palabras amables. ¿Quién sabe si cambiamos con esto su día o su vida? ¿O mejor aún, cambiamos la nuestra? ¿Es tan difícil ser tan poderosa? Sí, es difícil, por eso se llaman "súper poderes"; pero están al alcance de la mano. Perdón, del corazón. Hasta la próxima.