viernes, 19 de diciembre de 2014

Miami Fashion Week


Como muchas, también soñaba con ser una de ellas. En realidad, yo pensaba que era una de ellas cuando era niña, pero una vez que tuve conciencia de mi cuerpo, el espejo me hizo ver que no tenía ni la estatura ni el peso para que la ropa de los catálogos se viera igual sobre mi, que sobre el cuerpo larguísimo y delgadísimo de las modelos.

Por supuesto, la frustración nos acosa y si tuve alguna vez un deseo imposible pedido a las estrellas, fue el de crecer quince centímetros. Como es de esperarse, luego de tres embarazos que tampoco me han hecho crecer ni uno solo, he perdido las esperanzas de que me consideren para el próximo desfile de ropa interior.  Pero no así mi amiga Toya, modelo internacional de larga trayectoria, que vino a Miami para el Fashion Week. Claro, no me iba a perder la experiencia de acompañarle a sus entrevistas y menesteres, bajo el riesgo de que mi ego vaya a salir un poco maltratado.

Con dirección en una mano y la bebé en la otra, nos metimos en un mundo dentro de otro mundo, en el que las mujeres eran tan altas que no les distinguía el color de los ojos y tan delgadas que hubieran podido usar los pantalones de mi hija mayor. Algunas de ellas eran menores de edad, así que me instalé junto a los padres y amigos que las acompañaban, para apoyar la carrera de las niñas.  Lo primero que me sorprendió era el silencio constante. Todos hablábamos bajito y comentábamos sobre los cuerpos de las modelos, los casting y las miradas de los diseñadores. Para que se vean aún más estilizadas, la mayoría estaba vestida con licras negras y calzaban zapatos que les agregaban por lo menos los quince centímetros con los que había soñado.

Ahí estaban, más de cien mujeres de todas partes, de todos los colores representando un porcentaje de la población (de un dígito) que tiene cuerpo de alta costura, caminando hacia los diseñadores, mirando al frente y mostrando una actitud de jugador de póker. Los diseñadores, apostados en gremio tras la mesa, las auscultaban, anotaban en sus libretas, comentaban y se hacían gestos. Y por ese mismo camino, regresaban las niñas, con la mirada insegura de quien no se cree lo suficiente. “No me escogieron porque no soy suficientemente delgada, no soy suficientemente alta, no soy suficiente…” Es difícil saber lo que busca cada diseñador para escoger sus perchas, pero es muy fácil asumir el rechazo como una falla de fábrica. Y en esta fábrica de moda, el rechazo se siente muy a menudo, a pesar que cualquiera de ellas pueden hacer sentir insegura a la mayoría.

Por supuesto, Toya desfiló y triunfó en la pasarela con algunas otras que hicieron ver a esos vestidos como obras de arte. Yo disfruté cada momento, de la compañía, de la experiencia, de las últimas tendencias, y porque no, de sentirme suficiente. Hasta la próxima.


viernes, 12 de diciembre de 2014

Azores del Corazón


A veces es como un nudo en la garganta, otras es como una manzana en el estómago que impide disfrutar de una mañana como ésta, llena de sol, de verde y de azul para quien lo pueda ver. Hay días que son así, una mezcla de sensaciones de apuro o de que algo no anda del todo bien cuando racionalmente no tiene explicación esta impresión de que me estoy olvidando algo importante o que el corazón está a la espera desesperada de algún imprevisto.

Me levanto enseguida, hago las tareas cotidianas con rapidez y apretando la mandíbula. Las niñas están listas y listas para irse. Entro a la ducha como si fuera una urgencia médica. Prendo la computadora, limpio los baños, me visto intermitentemente. Recojo del piso todo lo que se puede recoger y salgo sin hacer ruido. No puedo desayunar quieta. Sentarme y disfrutar de la comida parece un cometido difícil. Sigo preguntándome que estoy pasando por alto y porque estoy tan ansiosa, mientras siguen acabándose los minutos y no logro concentrarme en hacer una cosa a la vez. Pasan las páginas de la computadora como espantadas. Miro una, leo, contesto otra, regreso a la primera y hago lo que tenía que haber hecho en un inicio. Abro otro archivo que debía haber enviado tiempo atrás. “Aparece” una amiga en el mundo virtual, le escribo, responde y ahora tengo una nueva gestión pendiente. Sigo escribiendo con rapidez mientras respondo más correos y abro más páginas.

La mañana no obstante, sigue teniendo los colores más lindos del invierno. Finalmente puedo decir invierno… estoy en un país de cuatro estaciones con nuevos horarios y climas. Sigo pensando que todo está bien y que la tensión en mi nuca se debe tan solo a una mala posición. Repaso mentalmente la familia, los amigos, la casa, el trabajo, nada es una catástrofe, pero los dientes siguen apretados y la respiración estrecha, como si quisiera pasar desapercibida.


¿Estaré esperando algún evento inesperado o estaré invocando a lo imprevisto con mi intranquilidad? Seguramente la respuesta y la pregunta reposan en algún recoveco de laberinto Freudiano pero como es usual, estamos habituados a pasar de largo y a concentrarnos en la “realidad”.  En la realidad, que en días como hoy, es difícil quedarse. Que estamos atrasados, que hay mucho por hacer, que nos falta tiempo, que nos falta aquello, que no tenemos lo otro…. En tanto decir y pensar en la falta, ¿no será que la estoy haciendo entre tanta búsqueda? En eso pienso mientras dejo de “saltar” entre archivos y páginas, buscando una calma para la ansiedad, tratando de cumplir todas las tareas que me falta por hacer. Tal vez sea mejor pensar en lo que tengo, en lo que veo, en lo que toco y siento. Tal vez sea mejor dejar los archivos y cerrar la computadora. Tal vez sea mejor salir y enfrentar al viento invernal y al sol en la cara. Tal vez lo que falta es aprender a tener… Hasta la próxima.

viernes, 28 de noviembre de 2014

A las oportunidades las pintan calvas


Hasta la saciedad he oído el consabido comentario de que en japonés, la palabra Crisis se escribe igual que Oportunidad, lo que implícitamente describe la tenacidad del pueblo nipón para superar las adversidades y transformar los recursos con los que cuentan en las necesidades del resto del mundo. En todos los talleres y charlas sobre economía lo han dicho y se me ha quedado grabado, al igual que las “oportunidades las pintan calvas”, aunque al principio de este artículo no sepa a lo que se refiere dicha frase.
En fin, todo el tema de las oportunidades no terminó siendo más que una expresión trillada de sobremesa, hasta que heme aquí, con la vida en dos maletas, en un país diferente y con una hija que tiene una nacionalidad diferente del resto de la familia. Aquí se habla mucho de crisis económica, de crisis inmobiliaria, pero en el poco tiempo en el que estado viviendo y haciendo compras, pude experimentar de primera mano el que la crisis sea una moneda de dos caras.
A pesar de cualquier crisis, las personas han seguido, siguen y van a seguir comprando. Tal vez no lo que usualmente compraban y algunos capaz que han reducido el consumo, pero lo más probable es que hayan modificado sus hábitos por otros más asequibles o que les brinden mayores bienes o servicios por el dinero que gastan. La oportunidad aparece entonces, para la creatividad de quienes producen nuevos artículos que aprovechan este entorno aparentemente negativo. Igual está sucediendo en el área inmobiliaria, nos hemos encontrado con muchas viviendas que han perdido su “valor” monetario en el mercado, pero que ahora pueden ser compradas por quienes antes no podían hacerlo por su “burbujeante” elevado precio.
Mis circunstancias también podrían ser consideradas en crisis, pero puedo perder la oportunidad de estar viviendo un episodio único y gratificante. En los últimos años me he encontrado más de una vez protestando por una vida muy planificada, muy resuelta, corriente hasta cierto punto. Que me hace falta algún desafío, alguna vez pensé, que me brinde la ocasión de renovar y me repare la ilusión que a veces se disuelve en la rutina. Supongo que “hay que tener cuidado con lo que se desea”, pero puedo elegir ahora vivir como si hubiera sido despojada de algo o como si tuviera la inusual posibilidad de empezar desde cero y hacer lo que siempre he querido, en lugar de lo que siempre he debido. La pregunta debe ser entonces ¿qué es eso que quiero?

Mientras sigo pensando y viviendo mi aventura personal, comparto con ustedes la historia de una diosa de la mitología romana llamada “Ocasión”. De belleza sin igual, solía pasearse desnuda sobre una rueda y su principal característica era su abundante cabellera en la parte frontal de su cabeza, que contrastaba con la falta total de ella en su parte posterior. Al ser impulsada también por las alas de sus pies, era imposible de ser atrapada por detrás, debido a la gran velocidad con la que pasaba y a la calvicie de su cabeza. La única manera era esperarla de frente y tomarla de los cabellos. O eso es lo que dicen. Hasta la próxima.

viernes, 21 de noviembre de 2014

El Dilema de Volver

“El cambio es la única constante” una frase de lo más trillada, que al parecer la han acuñado desde los Taoístas hasta el ultimo gurú de los negocios, pasando por los omnipresentes filósofos del Internet. Aunque finalmente no pude enterarme de quien la dijo primero, nada es más cierto en un universo que cambia a cada segundo.

En este contexto y viviendo aún en el vórtex de un cambio repentino de casilla postal, había quedado rondando la ilusión de regresar. Volver al estilo de vida, a la casa, a la rutina, a las cosas como quedaron al momento de irse. Pero “volver” parece ser un verbo inútil en cuestiones prácticas, ya que nada ha permanecido igual y no es posible regresar al mismo punto del camino. Es una ilusión común y me hace pensar en los amores tormentosos que terminan y regresan. Terminan en la certeza de una relación que nunca debió ser y al poco tiempo regresan con la fantasía de retomar la misma senda de la felicidad. Pero ya no somos los mismos y ni siquiera estamos en el mismo camino que dejamos. En nuestros recuerdos la felicidad tiende a distorsionarse y se presenta zalamera con más colores de los que tuvo alguna vez, por este defecto humano de no querer recordar como fue, sino como somos.

El destino dependerá no de los eventos, sino de la actitud que tomemos frente a ellos, y este “no tener a que regresar” ha sido liberador en muchos aspectos.  Olvidarse un poco de regresar al pasado y permitirse disfrutar de la expectativa de lo que va a pasar, es un regalo que no me ha pasado desapercibido.  Hay muchos apegos a los que nos aferramos y creemos que los bienes materiales o que nuestro nombre y apellido nos ponen en pedestales imaginarios, solo para darnos cuenta de otra ilusión desbaratada: luego de tantos cambios, los humanos solo somos nuestros hábitos.


Pero, me inclino a creer en el camino -en la vida- como lo conciben los antiguos celtas. Talvez no es una línea con principio y final sino muchos círculos, en los cuales encontraremos nuevas oportunidades de repetir y mejorar (si algo hemos aprendido). Tal como la penumbra diaria siempre dará paso a la luz brillante  y ésta a su vez dará la bienvenida a la oscuridad, intuyo que en una de sus vueltas me encontraré regresando a mi hogar, en donde quiera que esté. Hasta la próxima.

viernes, 14 de noviembre de 2014

La Felicidad por Decreto


Más de uno, por no decir todos hemos rumiado sobre la felicidad. A partir de las reflexiones y experiencias sobre los motivadores de la felicidad (que son los míos, por supuesto) y lo que en último término nos causa esta placentera sensación, me he topado con múltiples artículos y conceptos luego de las declaraciones públicas acerca de los saludos, del buen vivir, de los Ministerios de la Suprema Felicidad, Secretarías del Extremo Éxtasis, y demás intangibles que revolucionan la sociedad del siglo XXI.

Muy de acuerdo con una campaña que promueva el saludo y las sonrisas (como quería el anterior vice). Los más optimistas dicen que una sonrisa es un virus contagioso y que el momento que la usamos, recibiremos muchas más de las que damos. Indudablemente  nuestro entorno está lleno de espejos que reflejarán nuestra misma imagen. Un jarabe de saludos y sonrisas promueve la salud, la energía y nos libera de males emocionales y físicos que asechan a los pesimistas y en último término, - aunque nos sintamos como el consabido cuadro de “Lágrimas de Payaso” que paradójicamente tenían todos los consultorios pediátricos-;  las risas terminan por contagiar. 

La alegría es la sal de la vida, pero cada quien tendrá sus propios motivos para sonreír y más aún, no tienen relación con la economía o con la política, a no ser de una manera momentánea. ¿Por qué no vamos a ser más felices si el estado nos va a garantizar el bienestar, la salud, la alegría, el estatus entre las naciones? Probablemente nos haga sonreír si es que este mes vamos a pagar menos por las compras, la sonrisa sería mayor si la salud es un problema menos del que preocuparnos y nos reiríamos a carcajadas si la seguridad sería de todos. Pero la alegría no es felicidad y es pasajera.

Una vez que como individuos consigamos salud, dinero, trabajo, eventualmente vamos a querer subir un escalón más, con la consiguiente inconformidad, naturalmente humana. Y si la eventual alegría no fue provocada por nuestras decisiones, logros o conexiones, sino por decreto publicado en el Registro Oficial, pienso que va a ser bastante efímera. Es más, pienso que la sugerencia de la cursi frasecita “Buen Vivir” me suena a un “Heil” o a “Viva la Revolución”, a una emoción de silicona que nos quieren imponer como si fuéramos los payasos del cuadro.

La felicidad está más allá de la alegría y de las sonrisas. Más a la izquierda de la familia, de los bienes materiales, más a la derecha de la enfermedad o la muerte. La felicidad está en las rarezas que nos hacen únicos y las similitudes que nos permiten conectarnos con otros seres humanos y que nos hacen sonreír por motivos muy particulares, pero que generalmente tienen que ver con desarrollar los dones que vamos descubriendo y que nos hacen vivir nuestro destino.  Hasta la próxima.