Como muchas,
también soñaba con ser una de ellas. En realidad, yo pensaba que era una de
ellas cuando era niña, pero una vez que tuve conciencia de mi cuerpo, el espejo
me hizo ver que no tenía ni la estatura ni el peso para que la ropa de los
catálogos se viera igual sobre mi, que sobre el cuerpo larguísimo y delgadísimo
de las modelos.
Por supuesto,
la frustración nos acosa y si tuve alguna vez un deseo imposible pedido a las
estrellas, fue el de crecer quince centímetros. Como es de esperarse, luego de tres
embarazos que tampoco me han hecho crecer ni uno solo, he perdido las
esperanzas de que me consideren para el próximo desfile de ropa interior. Pero no así mi amiga Toya, modelo
internacional de larga trayectoria, que vino a Miami para el Fashion Week.
Claro, no me iba a perder la experiencia de acompañarle a sus entrevistas y
menesteres, bajo el riesgo de que mi ego vaya a salir un poco maltratado.
Con dirección
en una mano y la bebé en la otra, nos metimos en un mundo dentro de otro mundo,
en el que las mujeres eran tan altas que no les distinguía el color de los ojos
y tan delgadas que hubieran podido usar los pantalones de mi hija mayor.
Algunas de ellas eran menores de edad, así que me instalé junto a los padres y
amigos que las acompañaban, para apoyar la carrera de las niñas. Lo primero que me sorprendió era el silencio
constante. Todos hablábamos bajito y comentábamos sobre los cuerpos de las
modelos, los casting y las miradas de
los diseñadores. Para que se vean aún más estilizadas, la mayoría estaba
vestida con licras negras y calzaban zapatos que les agregaban por lo menos los quince centímetros con los que había soñado.
Ahí estaban,
más de cien mujeres de todas partes, de todos los colores representando un
porcentaje de la población (de un dígito) que tiene cuerpo de alta costura,
caminando hacia los diseñadores, mirando al frente y mostrando una actitud de
jugador de póker. Los diseñadores, apostados en gremio tras la mesa, las
auscultaban, anotaban en sus libretas, comentaban y se hacían gestos. Y por ese
mismo camino, regresaban las niñas, con la mirada insegura de quien no se cree
lo suficiente. “No me escogieron porque no soy suficientemente delgada, no soy
suficientemente alta, no soy suficiente…” Es difícil saber lo que busca cada
diseñador para escoger sus perchas, pero es muy fácil asumir el rechazo como
una falla de fábrica. Y en esta fábrica de moda, el rechazo se siente muy a
menudo, a pesar que cualquiera de ellas pueden hacer sentir insegura a la
mayoría.
Por supuesto,
Toya desfiló y triunfó en la pasarela con algunas otras que hicieron ver a esos
vestidos como obras de arte. Yo disfruté cada momento, de la compañía, de la
experiencia, de las últimas tendencias, y porque no, de sentirme suficiente.
Hasta la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario