A veces es como un
nudo en la garganta, otras es como una manzana en el estómago que impide
disfrutar de una mañana como ésta, llena de sol, de verde y de azul para quien
lo pueda ver. Hay días que son así, una mezcla de sensaciones de apuro o de que
algo no anda del todo bien cuando racionalmente no tiene explicación esta
impresión de que me estoy olvidando algo importante o que el corazón está a la
espera desesperada de algún imprevisto.
Me levanto
enseguida, hago las tareas cotidianas con rapidez y apretando la mandíbula. Las
niñas están listas y listas para irse. Entro a la ducha como si fuera una
urgencia médica. Prendo la computadora, limpio los baños, me visto
intermitentemente. Recojo del piso todo lo que se puede recoger y salgo sin
hacer ruido. No puedo desayunar quieta. Sentarme y disfrutar de la comida
parece un cometido difícil. Sigo preguntándome que estoy pasando por alto y
porque estoy tan ansiosa, mientras siguen acabándose los minutos y no logro
concentrarme en hacer una cosa a la vez. Pasan las páginas de la computadora
como espantadas. Miro una, leo, contesto otra, regreso a la primera y hago lo
que tenía que haber hecho en un inicio. Abro otro archivo que debía haber
enviado tiempo atrás. “Aparece” una amiga en el mundo virtual, le escribo, responde
y ahora tengo una nueva gestión pendiente. Sigo escribiendo con rapidez
mientras respondo más correos y abro más páginas.
La mañana no
obstante, sigue teniendo los colores más lindos del invierno. Finalmente puedo
decir invierno… estoy en un país de cuatro estaciones con nuevos horarios y climas. Sigo pensando que todo está bien y que la tensión en mi nuca se debe tan
solo a una mala posición. Repaso mentalmente la familia, los amigos,
la casa, el trabajo, nada es una catástrofe, pero los dientes siguen apretados
y la respiración estrecha, como si quisiera pasar desapercibida.
¿Estaré esperando algún
evento inesperado o estaré invocando a lo imprevisto con mi intranquilidad? Seguramente
la respuesta y la pregunta reposan en algún recoveco de laberinto Freudiano
pero como es usual, estamos habituados a pasar de largo y a concentrarnos en la
“realidad”. En la realidad, que en días
como hoy, es difícil quedarse. Que estamos atrasados, que hay mucho por hacer,
que nos falta tiempo, que nos falta aquello, que no tenemos lo otro…. En tanto
decir y pensar en la falta, ¿no será que la estoy haciendo entre tanta búsqueda?
En eso pienso mientras dejo de “saltar” entre archivos y páginas, buscando una
calma para la ansiedad, tratando de cumplir todas las tareas que me falta por hacer. Tal vez sea mejor
pensar en lo que tengo, en lo que veo, en lo que toco y siento. Tal vez sea
mejor dejar los archivos y cerrar la computadora. Tal vez sea mejor salir y
enfrentar al viento invernal y al sol en la cara. Tal vez lo que falta es
aprender a tener… Hasta la próxima.
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