viernes, 12 de diciembre de 2014

Azores del Corazón


A veces es como un nudo en la garganta, otras es como una manzana en el estómago que impide disfrutar de una mañana como ésta, llena de sol, de verde y de azul para quien lo pueda ver. Hay días que son así, una mezcla de sensaciones de apuro o de que algo no anda del todo bien cuando racionalmente no tiene explicación esta impresión de que me estoy olvidando algo importante o que el corazón está a la espera desesperada de algún imprevisto.

Me levanto enseguida, hago las tareas cotidianas con rapidez y apretando la mandíbula. Las niñas están listas y listas para irse. Entro a la ducha como si fuera una urgencia médica. Prendo la computadora, limpio los baños, me visto intermitentemente. Recojo del piso todo lo que se puede recoger y salgo sin hacer ruido. No puedo desayunar quieta. Sentarme y disfrutar de la comida parece un cometido difícil. Sigo preguntándome que estoy pasando por alto y porque estoy tan ansiosa, mientras siguen acabándose los minutos y no logro concentrarme en hacer una cosa a la vez. Pasan las páginas de la computadora como espantadas. Miro una, leo, contesto otra, regreso a la primera y hago lo que tenía que haber hecho en un inicio. Abro otro archivo que debía haber enviado tiempo atrás. “Aparece” una amiga en el mundo virtual, le escribo, responde y ahora tengo una nueva gestión pendiente. Sigo escribiendo con rapidez mientras respondo más correos y abro más páginas.

La mañana no obstante, sigue teniendo los colores más lindos del invierno. Finalmente puedo decir invierno… estoy en un país de cuatro estaciones con nuevos horarios y climas. Sigo pensando que todo está bien y que la tensión en mi nuca se debe tan solo a una mala posición. Repaso mentalmente la familia, los amigos, la casa, el trabajo, nada es una catástrofe, pero los dientes siguen apretados y la respiración estrecha, como si quisiera pasar desapercibida.


¿Estaré esperando algún evento inesperado o estaré invocando a lo imprevisto con mi intranquilidad? Seguramente la respuesta y la pregunta reposan en algún recoveco de laberinto Freudiano pero como es usual, estamos habituados a pasar de largo y a concentrarnos en la “realidad”.  En la realidad, que en días como hoy, es difícil quedarse. Que estamos atrasados, que hay mucho por hacer, que nos falta tiempo, que nos falta aquello, que no tenemos lo otro…. En tanto decir y pensar en la falta, ¿no será que la estoy haciendo entre tanta búsqueda? En eso pienso mientras dejo de “saltar” entre archivos y páginas, buscando una calma para la ansiedad, tratando de cumplir todas las tareas que me falta por hacer. Tal vez sea mejor pensar en lo que tengo, en lo que veo, en lo que toco y siento. Tal vez sea mejor dejar los archivos y cerrar la computadora. Tal vez sea mejor salir y enfrentar al viento invernal y al sol en la cara. Tal vez lo que falta es aprender a tener… Hasta la próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario