lunes, 27 de abril de 2015

Veinte y cinco años es nada

Queridas compañeras de la Promoción 1990, autoridades del colegio, profesores, religiosas y personal que sigue manteniendo las instalaciones en su esplendor y más allá de las denominaciones, todos quienes llevamos a la Dolorosa en el corazón.

Cuando empecé a escribir esta misiva desde mi trópico florido, tuve que hacer un doble cálculo, temerosa de que las enseñanzas de la Señora de Cano me hubieran traicionado. ¡25 años! Dicen que los números no mienten, pero al mirar las fotos descoloridas y recordar las bases de mi existencia, los recuerdos se sienten tan cerca. Vuelvo a sentir el sol en la pista de patinaje y las veo a ustedes, queridas amigas, con sus innumerables talentos, nuestras modas ochenteras, las travesuras de las que fuimos parte y también, claro, las crisis por las que todas atravesamos y que ahora nos encuentran otra vez aquí, donde todo empezó, vestidas con un saco rojo y el jumper a cuadros más feo que me he puesto.

La teoría dice que enviamos a los niños al colegio para que obtengan una buena educación, para que aprendamos a leer, escribir, sumar, restar y los conceptos básicos que nos servirán en el futuro. Pero la educación que tuve en el Hogar Colegio La Dolorosa fue más que los libros y toda la información que intentaron transmitirnos, me enseñó que es posible escribir una canción en menos de una semana con los nombres de 28 compañeras, me enseñó lo útil que es el trabajo en equipo para rescatar un zapato lanzado a la calle; me recordó que el miedo se puede transformar en carcajadas cuando recibí mensajes extrasensoriales del más allá. Pero también me dejó conocimientos imperecederos, como cuando Miriam se me aparece cada vez que quiero abusar de los participios. Gracias a Silvia de Abdo puedo repetir los estados en los que se dividió Rusia y mis más sinceros agradecimientos van a Miss Margie, quien con su rubia cabellera y sombras azuladas me dio las bases para no decir barbaridades al hacer negocios en Estados Unidos. Cuando me encuentro melancólica recuerdo a los mil violines de amor de la querida Corinita, cuando pienso que no puedo lograrlo, la Doctora Bertha de Alava me recuerda que se puede, aunque todo esté en contra. Más de una vez han resonado las amenazas a la seguridad emocional infantil de la Marianita y antes de correr hago los mismos ejercicios de calentamiento que hacíamos en la cancha de básquet -en falda- bajo la dirección de la Lupita. Por supuesto, son infaltables los recuerdos de las religiosas que fueron parte de nuestra educación y recibieron nuestra niñez y adolescencia con vocación y amor. Madre Ludi, Teresita, María, quienes no solo estuvieron a cargo de protegernos contra el cáncer solar cuando nos asoleábamos en el patio, sino también nos contrabandeaban galletas recien hechas y dejaron aunque sea una pizca de fe a la que acudir cuando pensamos que el mundo se derrumba. 

No quiero finalizar sin decirles que estoy presente de corazón. Que me encantaría abrazarlas a todas y decirles que estamos más guapas y sabias hoy que hace 25 años y que ha sido una gran bendición el haber contado con ustedes en mi vida. ¡Las quiero!

Ili (la de las perlas)



2 comentarios:

  1. No sé si será la enseñanza que recibiste, tu vocación o tu gran intelecto (probablemente una mezcla de los tres, comenzando por el último), pero escribes tan bien que hasta a mí me dio añoranza, y yo estaba en el Intisana!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tú eres mi lector favorito. Y dueño de todos los favoritos de mi vida. Gracias por leerme y ser mi mejor crítico. Te amo

      Eliminar