viernes, 7 de noviembre de 2014

Más de cal que de arena - Pequeño Ataque de Nostalgia

Generalmente nos asalta un recuerdo al que racional o irracionalmente deseamos volver. Un disfrute, una risa, una melodía.  Talvez el momento pasó desapercibido, pero adornado por nuestros propios filtros, se presenta ahora triunfal y nos roba una media sonrisa de ojos vacíos. Y queremos volver.  Es curioso, pero cuando la mente está en vuelo libre y recorre el tiempo sin leyes de la física que le limiten, las imágenes de la felicidad, el amor, el placer usualmente las buscamos en el pasado, aunque el presente se presente potencial e infinitamente feliz. 

¿Es una falla de diseño o simplemente nos hemos acostumbrado a caminar hacia delante mirando para atrás? Esta madrugada que corría descuidadamente por la calle, pensaba en que movilizarse de esta manera puede ocasionar más de  un accidente. Pero a escondidas, seguimos “regresando a ver”.

Afortunadamente la rutina y la novedad nos balancean hacia delante y nos enfrascamos en lo que tenemos que hacer y en la vida que queremos vivir. Nos hacemos acreedores de nuevas amistades, practicamos nuevas sonrisas y echamos un poco más de tierra a las pesadillas. Pero como lo dijo una tal Ana María, en algún lugar del universo, aletea una mariposa y nos damos cuenta que al sentimiento no le ha pasado un día y la nostalgia se despierta de su reposo.

Entonces pensamos que el pasado nos ha esperado incólume, que podemos volver. El recuerdo amplifica las sensaciones y difumina los puntos negros, de tal manera que nos parece que el paraíso aún queda en la otra esquina.  Pero cuando miramos y vemos como el presente político es decidido con emociones similares al recreo de Kindergarden, cuando personas otrora académicas, leídas y escribidas, justifican la reelección indefinida con el cuco de la "Restauración Conservadora" (concepto que no sé como definir, pero que tiene que ver con no regresar a la "partidocracia" y al imperio de los "ricos" cuando ya no existen ni partidos políticos ni empresarios que no le hagan feos a invertir en el país), cuando el ego -que es el único juego real de la política- pierde a los jugadores en un pantano fétido; me ataca la peor de las nostalgias, la de saber que no es posible regresar a algo que jamás sucedió. Hasta la próxima.


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